Ecos de mi ordenación

Yo realmente me he sorprendido cuando he visto este artículo del siempre valiente P. Aldo Trento. Esta vez de manera especial porque yo soy uno de los protagonistas del artículo que él ha escrito y me siento complentamente afectado: soy uno de los ordenados en la ceremonia que él menciona.

Agradezco al P. Trento que siempre nos apoyó y que siempre ha sido para todos los seminaristas de Ciudad del Este -aunque él nunca se haya imaginado- ejemplo de sacerdocio, de fuerza y de fe.



“Mientras muchos obispos y pastores sólo hablan… en Ciudad del Este, su obispo ordena diez nuevos sacerdotes.”

 
“Contra factum non valet argumentum”, afirmaban los latinos. Y es el milagro al cual muchos pudieron asistir el domingo 3 de octubre en la catedral de Ciudad del Este, cuando Monseñor Livieres Plano confirió el Orden presbiteral a diez diáconos (que se agregan a los 5 sacerdotes ya ordenados este año y otro que será ordenado el 9 de octubre, en su tierra natal de Haití). Éste es  más un hecho único que raro, si pensamos que hoy día en la diócesis más grande del mundo, la de Milán, escasamente se alcanza este número, cuando en los años 60’s el arzobispo de aquella metrópoli ordenaba alrededor de cien sacerdotes cada año.
 
Lo de Ciudad del Este es una novedad absoluta en el Paraguay, en estas últimas décadas y, quizás, único en la historia de nuestro país. No tenemos datos, sin embargo, no creemos hubiese existido en el país una diócesis que haya tenido en un sólo año dieciséis nuevos sacerdotes. Todos conocemos a cuántas criticas y, a veces, acusaciones, ha sido objeto Monseñor Livieres. Sin embargo, los hechos, las piedras hablan. “Por los frutos se conoce el árbol”, afirmaba Jesús.
 
Nosotros, amigos desde siempre de Monseñor Livieres, nos alegramos infinitamente, agradeciendo al Señor una vez más, porque aunque es evidente que la vocación depende de Dios y de la libertad humana, el obispo es fundamental en esta decisión. Obispos santos, sacerdotes nuevos y santos. Y la santidad no es ser funcional a lo que piensa la mayoría, no es ni siquiera una gran capacidad pastoral y mucho menos, el protagonismo social o político ni el temperamento “buenista”, vai-vai que caracteriza a tantos pastores.
 
La santidad de un obispo coincide con la conciencia clara de la propia identidad bautismal y de la pasión que vive por Cristo, de su relación personal con Cristo, hecha de vida de oración, de meditación, de auténtica vida sacramental y de la comunión afectiva y efectiva, hasta el martirio, con el magisterio del Santo Padre, sin la cual un obispo no sólo no tiene ningún valor vinculante  en lo que enseña, sino que daña al rebaño puesto a su cuidado por la Iglesia.
 
Monseñor Livieres, un hombre de Dios que tiene un gran “sensus eclesiae”, tiene la bella satisfacción de ver hoy en su Iglesia particular quince nuevos sacerdotes destinados a cambiar el clima de aquella diócesis, porque el sacerdote en el silencio de su vida cotidiana, viviendo  quizás  en el monte, es el único punto de referencia auténtico para la gente que recurre a él en cualquier circunstancia.
 
Qué mejor forma de conmemorar el sexto aniversario episcopal de Monseñor Rogelio Livieres (fue nombrado Obispo diocesano por el Papa Juan Pablo II, el 12 de julio de 2004, y tomó posesión del cargo el 3 de octubre del mismo año) que celebrando esta ordenación sacerdotal.
 
Por eso, nos alegramos con Monseñor Livieres, por haber entendido, como ya afirmaba el gran filósofo y sacerdote, el beato Antonio Rosmini, que la primera preocupación de un obispo es el seminario. Ya en el siglo XIX, este santo cura filósofo individualizó como una de las cinco llagas de la Iglesia al distanciamiento de los obispos de sus seminaristas. ¿Cómo puede un obispo pensar en guiar una diócesis si, ante todo, no convive con sus seminaristas, no comparte la vida, los problemas, no es el protagonista de su formación? La primera preocupación de un obispo es el seminario, que tendría que ser la casa del obispo.
 
Pero, más allá de estas cuestiones que son fundamentales, hoy día el Paraguay goza de quince nuevos Ministros de la Eucaristía y de la Confesión. Nuestra responsabilidad es acompañarlos con la oración, con nuestro cariño, recomendándoselos a la Virgen para que los proteja. No será fácil para ellos la misión, también porque están rodeados de muchos curas que no han sido y no son precisamente un modelo de vida para ellos. Sin embargo, creemos que siendo fieles a su vocación, que no es otra que la de ser “alter Christus”, mediante una vida de oración, de meditación, fieles cada día al breviario, a la Santa Misa, al Santo Rosario, y bien anclados en la fidelidad al Papa y al obispo dentro, también, de los carismas de los Movimientos a los cuales  quizás  pertenezcan, serán ellos los verdaderos protagonistas del país.
 
Nuestro país está harto de los curas y obispos politiqueros, con permiso o sin él, y exige curas según el corazón de Cristo. ¡Qué bello! Después de tanto sufrimiento por lo acontecido en estos dos últimos años, finalmente el Espíritu Santo, mediante la Virgen, nos ha regalado dieciséis nuevos “alter Christus”.
 
E D I T O R I A L
Observador Semanal

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Acerca de mí

Soy Sacerdote, misionero de la Comunidad Misionera de Jesús.


El lema de mi Comunidad y el mío personal es:
Ad omnia semper paratum
(Estar dispuesto siempre y para todo).


Mi mayor deseo es ser luz del mundo: Vos estis lux mundi (Vosotros sois la luz del mundo)


Comunidad Misionera de Jesús
www.CMJesu.org
2009