Hablaré del amor hasta que lo entiendan!


El amor ha sido la única señal que Jesús deseo que sus discípulos llevaran al pecho. No pidió que nadie llevara la cruz, ni un rosario al cuello, ni alguna marca externa y superficial, sino solo el amor: “En esto reconocerán que sois mis discípulos, en que os amáis unos a los otros”. Sin embargo, muchos cristianos aún no han comprendido este mensaje y, en realidad, no le creen a Jesús; es que si le creyeran ya lo hubieran hecho, o al menos intentado. No que quiera cuestionar el hecho de los signos exteriores pues yo mismo llevo uno, sino el de ver el verdadero sentido de las cosas.

Sin embargo, la base de todo el problema no esta tanto en el hecho de amar o no amar, sino en qué entendemos por amor y cómo lo expresamos. El sabio Aristóteles, al hablar del amor, hace ya 25 siglos, lo definía diciendo que es el “Querer el bien del otro en cuanto otro”; y en esto esta una gran verdad. Vamos a descomponer esta frase en tres partes para lograr observar por lo menos escuetamente las tres notas esenciales de este amor.

Querer

La nota característica e inicial del amor esta en el que esta constituida de voluntad. Esta voluntad es lo que nos hace diferentes de los animales. Por la voluntad, la diferencia entre el hombre y el animal es “infinitamente infinita” (Pascal) y no hay modo de conciliar. El animal cuando quiere algo lo quiere porque desea y siente el instinto y no lo puede contener, porque su ser animal lo impulsa a alcanzarlo, aunque sea a costas del perjuicio de otro o del suyo propio. Si tiene hambre saltará indefectiblemente por la mano de su dueño aunque la descuartice. Pero el hombre esta en otro nivel. Es capaz de contener sus deseos, instintos y pasiones cuando estos no pueden ser para bien de otro o de sí mismo. Puede hacer algo bueno aunque esto no le apetezca ni le atraiga o inclusive le repugne. Por el contrario, es capaz de dejar de hacer algo que le agrada y apasiona si esto puede no ser para bien ajeno. Frases como “no puedo dejar de quererle”, “no le soporto” o “no le puedo perdonar” son expresión clarísima de una vida esclavizada bajo el imperio de los sentimientos.

El hombre, por esta capacidad única, debe dominar sus instintos, pasiones y sentimientos y no al revés, como suele suceder. Con la excusa de “libertad” nos hacemos esclavos de las pasiones. Por e contrario, por la voluntad es capaz el hombre de dominar sus sentimientos y canalizar sus fuerzas hacia el verdadero amor que nace de la voluntad de amar. Por otro lado, no se debe caer en el error de pensar que los sentimientos no sirvan; ellos hacen parte del amor, pero no tienen que nacer de pasiones irracionales e incontrolables, sino de la voluntad de amar. Solo así se explica el perdón concedido por Jesús a sus verdugos en el patíbulo de la cruz: “Padre, perdónalos por que no saben lo que hacen”. Este es el amor. Solo un amor así es capaz de amar. Solo un amor así es capaz de amar al prójimo aunque en nuestra lógica esto sea ilógico.

Es necesario “querer”. Para esto es necesario “querer querer”. A su vez, para ello es necesario “querer querer querer…”. Y así sumariamos indefinidamente hasta alcanzar nuestro objetivo. Sin voluntad, el amor nunca se realizará, y nunca dejará de ser un jueguito de niños que terminará cuando ya nadie tenga ganas de seguir jugando.

Querer el bien

La segunda nota es el deseo del bien para el otro. El que ama busca el bien del otro y no el suyo propio. Busca que el otro sea feliz, que no tiene nada que ver con alegría o risitas desmedidas. Esta felicidad es la que se logra alcanzar en la realización del ser. Uno es feliz cuando es lo que es. Entonces el amor busca la realización del amado, logrando que el amado llegue a ser lo que debe ser y nada más, aunque uno mismo se vea abatido o golpeado. Aquí también vemos la realización de este ideal en el mismo Jesucristo que da la vida por el bien de sus discípulos y, aunque luego recobra esta vida, pero ya glorificada, no duda en renunciar primero a ella para el bien de aquellos a quienes ama: “No hay amor más grande que aquel que da la vida por sus amigos”.

Aquí es importante recalcar que el bien que se busca debe ser un bien real y objetivo. Unos padres que bajo la excusa del bien de sus hijos les conceden todo solo para que no se entristezcan, no es amor verdadero. Es un amor de concesiones si sentido. El amor a veces pasa por el dolor y la renuncia. No todo lo agradable es un bien. La cruz no era agradable, sin embargo “Dios no guardo a su propio Hijo por nosotros”.

Querer el bien del otro en cuanto otro: La expresión “en cuanto otro” da el sentido a la idea: se ama al otro no por lo que me pueda dar, sino por lo que es, pura y simplemente. Y ¿quién es el otro sino mi prójimo? ¿Quién es el otro sino hijo de Dios? ¿Quién es el otro sino objeto del amor infinito de Dios? ¿Quién soy yo para cambiar los conceptos de Dios? Se ama al otro por lo que es esencialmente, no superficialmente. En su esencia, hasta el peor asesino es un ser humano, objeto del amor de Dios, aunque sus pecados le condenen al infierno. Es necesario amar no por las cualidad y menos solo cuando hay cualidades, sino siempre. Y se ama al otro porque es digno de eso. Y si Dios lo ve digno de su amor ¿qué me creo yo para ser más severo que el mismo Dios?

Este tema es más extenso que unas pocas líneas. Esta cuestión del amor en la CMJ siempre se sintetizó en un pensamiento que recorre todo nuestro trabajo: El amor no es un sentimiento, sino la decisión de amar. Hay que hacer lo que tiene que ser hecho: amar. Sin este principio tengo la certeza que nunca estaríamos donde estamos ni haríamos lo que hacemos, porque no es fácil tener que renunciar al calor del hogar o de una familia para poder hablar a un mundo que no siempre escucha; y es que se ama a los hombres no por lo que hacen, sino por lo que son y porque necesitan ellos del bien de la salvación. Pero este concepto no es solo para los misioneros, sino que es necesario enseñar a otros y decirles que mientras vivan en el amor superficial es muy probable que sigan viviendo en la mentira y vaciedad de ese mismo amor. Solo el verdadero amor puede llenar nuestras vidas; el verdadero amor a la manera de Jesucristo.

Bendiciones.

1 comentarios:

Ignacio Bermejo 18 de noviembre de 2008, 3:31 p. m.  

Magnífico artículo sobre el amor. Me gustan las personas que desnudan a Jesus de los años de tradición que lo revisten pra mostrarlo en la desnudez de su verdad. El amor es el simbolo más importante. Sí.

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Acerca de mí

Soy Sacerdote, misionero de la Comunidad Misionera de Jesús.


El lema de mi Comunidad y el mío personal es:
Ad omnia semper paratum
(Estar dispuesto siempre y para todo).


Mi mayor deseo es ser luz del mundo: Vos estis lux mundi (Vosotros sois la luz del mundo)


Comunidad Misionera de Jesús
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2009