Tu vida es tierra fértil

Queridos hermanos:

“Estaré con ustedes todos los días hasta el fin de la historia” Mateo 28,20
Esta fue la promesa de nuestro Maestro, Jesús, antes de regresar a la diestra del Padre dejándonos la misión de anunciar el evangelio a todas las naciones.

No es un encargo pequeño ni mucho menos algo opcional. Es la gran misión y la que hizo y hará que la Iglesia, la única Iglesia de Cristo, perdure hasta su segunda venida.

Mientras aguardamos su retorno, es tiempo de trabajar. Tiempo de poner manos a la obra y sacar de esta tierra sus mejores frutos. Tu vida es tierra fértil que no puede quedar improductiva ni abandonada. Ha sido hecha para producir. Pero no una producción material, sino frutos de santidad. Por eso, aunque todos pongamos manos a la obra, no todos haremos lo mismo. Algunos tendrán que trabajar por su cura interior, otros por la cura interior de sus hermanos; y así, extremos aparen- temente opuestos se reencuentran en el único servicio de amor a Dios.

Manos a la obra y a servir en lo que el Señor nos ha solicitado. Saben muy bien donde deben servir y no tienen excusas para no hacerlo.

Cada uno sabe donde debe entregar su vida, a que debe renunciar, que decisiones debe tomar. Pues, que las haga, y rápido; porque el enemigo no espera; y el mundo se pierde en el pecado, yendo a una eternidad sin Dios, mientras seguimos girando alrededor de nuestro egoísmo, de nuestros proyectos, de nuestros planes de vida, que sin dejar de ser buenos, pueden en cambio convertirse en obstáculos insalvables para realizar la voluntad de Dios.

Les invito a dar pasos firmes y valientes, no fundados en certezas terrenas, no fundados en lo que vemos o sentimos, sino fundados en la Palabra de Dios. No busquen seguridad en su decisión por lo que ven con los ojos, sino por lo que el Señor nos prometió, por lo que vemos con la fe. No confíen en sus fuerzas, más bien confíen en la fuerza de Dios, que no tiene nada que ver con la nuestra. No confíen en sus planes, más bien confíen en los planes de Dios. No pongan la mano en el arado y miren hacia atrás, miremos más bien hacia delante y prosigamos en la carrera hasta llegar a la meta, que ni es la fama, ni es el bienestar familiar, ni es la comodidad material, sino el único signo de victoria dado a los hombres: la Cruz de Cristo.

Que Dios les bendiga.

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Acerca de mí

Soy Sacerdote, misionero de la Comunidad Misionera de Jesús.


El lema de mi Comunidad y el mío personal es:
Ad omnia semper paratum
(Estar dispuesto siempre y para todo).


Mi mayor deseo es ser luz del mundo: Vos estis lux mundi (Vosotros sois la luz del mundo)


Comunidad Misionera de Jesús
www.CMJesu.org
2009